Mientras mi metro va
llegando a la parada donde me bajo para ir a trabajar, levanto la mirada de la
libreta donde garabateo estas letras. ¿Imagináis lo que veo? Personas que se
levantan a la misma hora que yo todos los días para enfrentarse a las mismas
incomodidades e incertidumbres. Algunos miran sus teléfonos, otros leen, otros
callan y meditan. Y creo que de eso precisamente trata este blog tan extraño:
de ir pensando por el camino y llevar todo eso al papel. Porque todas las cosas
importantes han empezado con un papel en blanco y un lápiz.
Saludos. Hacía tiempo que no publicaba en este blog, pero no
es que haya dejado de ir en metro, sino que distintas obligaciones me han
ocupado este tiempo de viaje. Pero no he abandonado el trabajo. De hecho, tengo
algún borrador que no llegué a publicar porque los documentos en los que me
basaba, que descargué de una página de una cadena de radio, fueron declarados
“secreto de sumario” y fue negado incluso a una comisión del Congreso. Así que
me quedé en plan “uyuyuyuyuyuy”, esperando la sentencia para poder publicarlo.
Bueno,
el asunto de hoy lo dejo claro en el título. De hecho, se ha hablado a menudo
de reformar el Senado y bla, bla, bla. Para muchos, su labor es inútil y bla,
bla, bla también. Se ha convertido, parece, en un cementerio de elefantes donde
asegurar un retiro dorado a los miembros incómodos de los partidos. Pero la
Constitutción indica unas labores muy útiles al Senado, pueso que revisan,
comentan e incluso vetan leyes en tramitación que les remiten desde el Congreso.
El Senado es un órgano consultivo cuya labor puede ser muy provechosa en una
democracia sana.
Entonces, ¿qué falla?
En mi
opinión, la presencia de los partidos políticos en ambas cámaras hace que esa
labor de control quede desvirtuada. Un senado a manos de los partidos políticos
jamás va a tirarse piedras sobre su propio tejado. También la formación de
grupos parlamentarios en función de los partidos, unido a la disciplina de
voto, hace que contar con trescientos senadores no sirva para nada porque no hay
trescientas vonces, sino una única por partido. Tampoco los grupos mayoritarios
van a apoyar iniciativas de otros partidos que vengan del Congreso, o
presupuestos, como vemos estos días.
Es
decir, hay una deficiencia en su funcionamiento debido a la presencia de los
partidos políticos. Se convierte en un mero trámite cuyos dictámenes se pueden
adivinar antes de remitir las leyes al senado debido a las matemáticas.
Los
senadores se eligen actualmente a título individual, pero adscritos a su
partido, en papeleta donde marcamos directamente sus nombres con una ”X”, sin
saber nada apenas sobre ellos, y con la certeza de que la persona que marcas no
va actuar con independencia, sino siguiento las pautas de su ejecutiva.
En mi
opinión, las tareas que la Constitución asigna al Senado, y aquí viene mi
propuesta, las realizaría mejor un conjunto de ciudadanos independientes.
Toma
ya. Ahí queda eso. Y ahora, desarrollaremos esta idea, a la que he llamado “el
senado ciudadano”.
¿Qué es un senado ciudadado?
Aristóteles escribió allá por el siglo IV a.d.C., en
una obra fascinante llamada “Política”, que la diferencia entre el amo de una
casa y un ciudadano es que el primero debe saber mandar, pero el segundo debe
saber mandar y obedecer por turnos.
A mí
esta idea me parece extraordinariamente poderosa. Pues bien, en el asunto de
este artículo, un senado ciudadano sería aquel que se compone de ciudadanos
elegidos al azar de una lista. Estos senadores ciudadanos representarían
precisamente la vigilancia continua del pueblo a sus legisladores y
gobernantes, vigilancia necesaria tras la cesión de poder que ejerce el pueblo
en el momento de emitir su voto y aceptar que el ganador de las elecciones les
gobierne. Porque la vigilancia al poder es también uno de los temas que toca
Aristóteles en su “Política”, y quizás sea el gran problema, aún a resolver, en
nuestras sociedades democráticas.
Aristóteles |
¿Y
quién formaría parte de esta lista? Pues, en mi opinión, deberían ser personas
experimentadas e incluidas voluntariamente en esta lista. Yo propongo que para
inscribirse haya que tener al menos 30 años. Así es posible incluir a personas
que hayan pasado por el mundo laboral y/o los estudios, o tengan familia o
vivencias y experiencia que pueda dar cierta perspectiva a su función.
Estas
personas serían elegidas para un periodo de servicio de un año, comenzando en
septiembre, pues seto permitiría incorporarse a l nuevo curso político y
facilitaría la movilidad de estas personas si tuvieran que trasladarse a la
capital con familia. El periodo de un año reduce las posibilidades de
establecer clientelismos. La elección aleatoria anula cualquier posibilidad de
contacto entre los senadores y cualquier otro poder que quisiera influir en
ellos.
Eso sí,
los senadores no podrían estar afiliados a ningún partido. Así no habría
injerencias de estos en el Senado.
Los
senadores seguirían siendo elegidos por territorios, en igual cantidad que el
sistema actual. Se mudarían a Madrid con todo tipo de facilidades, y al
terminar su año, volverían a su casa. Laboralmente, podía hacerse equivalente a
una excedencia.
Por lo
demás, el funcionamiento del Senado sería
el mismo, salvo en el aspecto de la formación de los grupos
parlamentarios. La reglamentación actual permite formar grupos parlamentarios
fijos, que reciben una retribución económica (y digo yo, ¿por qué?) y tienen un
portavoz. Cuando tiene lugar un pleno, las ponencias y las réplicas, son los
portavoces de estos grupos quienes hablan. Pues bien, la mayoría de los grupos,
la inmensa mayoría, se organizan por partidos políticos. La presencia de grupos
determina el número de intervenciones de un debate en pleno.
Pues
bien, yo propongo que se formen grupos dinamos, no fijos. Cuando se vaya a
debatir una propuesta podrían formarse grupos para argumentar a favor y otros
en contra. Y de cada uno de estos grupos se sortearían los turnos de portavoz.
para dicho debate entre los que deseen intervenir, fijando de antemano un
número de intervenciones, que podría basarse, por ejemplo, en el número que se
produce actualmente.
En
cuanto a los grupos territoriales que prevé el reglamento del Senado, pues
podrían existir igualmente, ya que no se adscriben a ningún partido.
Todo
este tipo de modificaciones al reglamento del senado son bastante sencillas y
los medios técnicos actuales permitirían un funcionamiento extremadamente
rápido de todo esto con muy pocos cambios.
¿Por qué un senado ciudadano?
En mi opinión, la participación ciudadana en el día a día de
la política es insuficiente para asegurar que nuestro estado sea plenamente
democrático. Los ciudadanos somos convocados a las urnas cada cuatro años para
votar a unos partidos con unos programas electorales más o menos (más “menos”
que “más”, en verdad) concretos, pero una vez elegido el gobierno, este tiene
carta blanca para hacer o no hacer lo que han prometido. Puede darse la
paradoja de que se elija a un gobierno bajo unas premisas de actuación, y este
haga todo lo contrario que indica su programa y sus promesas electorales, y aun
haya que esperar hasta las siguientes elecciones para castigarles. Si se les
castiga, claro.
Es
decir, estamos delegando el poder que mana de la soberanía ciudadana en unos
gobernantes y legisladores que luego pueden hacer lo que quieran con ese poder.
Así de crudo.
Yo
opino que la legitimidad que dan los votos a los gobernantes y legisladores no
puede ser un cheque en blanco como ahora. Opino que gobierno y legisladores
tienen como objetivo desarrollar los derechos y deberes que asegura la
Constitución, y llevar a cabo aquello por lo que una mayoría ciudadana les ha
elegido para gobernar.
El
control de los gobernantes, la rendición de cuentas, es una parte fundamental
de todo esto. Sin control ni capacidad consultiva mayor que cada cuatro años,
los partidos políticos tienen un plazo prolongado para cuidar de sus intereses
y de los de los grupos de poder interesados en sostenerlos. Y visto cómo está
evolucionando nuestra democracia y la política de los partidos, estimo
importante un mayor control y participación de los votantes de a pie.
En la
Atenas clásica, la democracia tenía una estructura muy diferente. Los
ciudadanos de derecho, reunidos en asamblea en la colina del Pnix, designaba
cada año una serie de delegados (estrategos), pero esos cargos no tenían poder
absoluto. Sus iniciativas eran lllevadas a la Asamblea, que las aceptaban o no,
y entonces daban el poder a ese estratego para llevar a cabo dicha iniciativa,
y no otra. Los cargos electos debían convencer a la Asamblea para llevar a cabo
sus proyectos. Es justo lo contrario de ahora, puesto que la elección conlleva
los poderes de forma automática y hay pocos mecanismos de rendición de cuentas.
El senado tiene la oportunidad de participar en
la tramitación de cada ley, incluso de vetarla. Tiene la oportunidad de lanzar
iniciativas legislativas, hacer comisiones y controlar al gobierno, a quien
puede convocar. Si estas atribuciones estuvieran en manos de los ciudadanos, y
no de los partidos, estoy convencido de que las funciones podrían llevarse con
mucha más eficacia y de forma más sana democráticamente. El senado ciudadano
obligaría a los partidos políticos a justificar y explicar ante representantes
de la ciudadanía cada ley.
Un
senado ciudadano sería la primera línea de defensa ante las iniciativas
legislativas o gubernamentales que, en lugar de responder al interés común,
respondan a intereses particulares o partidistas. Precisamente sería la
naturaleza disgregada de este senado , sin colores partidistas, el que
aseguraría una ejecución real de las tareas del senado, que ahora se ven ahogadas por la implacable
matemática de la disciplina de partidos que obliga a los senadores a votar, no
de acuerdo a sus ideas u opiniones personales, sino a las de la estrategia de
su partido. Y también llevaría a los ciudadanos a una implicación mayor, y a
tener más control de las actividades de los gobiernos, difuminando así la
barrera que se ha creado entre “clase política” y “ciudadanos de a pie”.
Estos párrafos sólo
intentan iniciar un debate. Y creo que los debates son buenos. Y, ¿quién sabe?
Si las ideas son buenas, es posible que se extiendan.