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jueves, 29 de noviembre de 2018

El senado ciudadano: una propuesta para la reforma del senado.


Mientras mi metro va llegando a la parada donde me bajo para ir a trabajar, levanto la mirada de la libreta donde garabateo estas letras. ¿Imagináis lo que veo? Personas que se levantan a la misma hora que yo todos los días para enfrentarse a las mismas incomodidades e incertidumbres. Algunos miran sus teléfonos, otros leen, otros callan y meditan. Y creo que de eso precisamente trata este blog tan extraño: de ir pensando por el camino y llevar todo eso al papel. Porque todas las cosas importantes han empezado con un papel en blanco y un lápiz.
Saludos. Hacía tiempo que no publicaba en este blog, pero no es que haya dejado de ir en metro, sino que distintas obligaciones me han ocupado este tiempo de viaje. Pero no he abandonado el trabajo. De hecho, tengo algún borrador que no llegué a publicar porque los documentos en los que me basaba, que descargué de una página de una cadena de radio, fueron declarados “secreto de sumario” y fue negado incluso a una comisión del Congreso. Así que me quedé en plan “uyuyuyuyuyuy”, esperando la sentencia para poder publicarlo.
                Bueno, el asunto de hoy lo dejo claro en el título. De hecho, se ha hablado a menudo de reformar el Senado y bla, bla, bla. Para muchos, su labor es inútil y bla, bla, bla también. Se ha convertido, parece, en un cementerio de elefantes donde asegurar un retiro dorado a los miembros incómodos de los partidos. Pero la Constitutción indica unas labores muy útiles al Senado, pueso que revisan, comentan e incluso vetan leyes en tramitación que les remiten desde el Congreso. El Senado es un órgano consultivo cuya labor puede ser muy provechosa en una democracia sana.

Entonces, ¿qué falla?
                En mi opinión, la presencia de los partidos políticos en ambas cámaras hace que esa labor de control quede desvirtuada. Un senado a manos de los partidos políticos jamás va a tirarse piedras sobre su propio tejado. También la formación de grupos parlamentarios en función de los partidos, unido a la disciplina de voto, hace que contar con trescientos senadores no sirva para nada porque no hay trescientas vonces, sino una única por partido. Tampoco los grupos mayoritarios van a apoyar iniciativas de otros partidos que vengan del Congreso, o presupuestos, como vemos estos días.
                Es decir, hay una deficiencia en su funcionamiento debido a la presencia de los partidos políticos. Se convierte en un mero trámite cuyos dictámenes se pueden adivinar antes de remitir las leyes al senado debido a las matemáticas.
                Los senadores se eligen actualmente a título individual, pero adscritos a su partido, en papeleta donde marcamos directamente sus nombres con una ”X”, sin saber nada apenas sobre ellos, y con la certeza de que la persona que marcas no va actuar con independencia, sino siguiento las pautas de su ejecutiva.
                En mi opinión, las tareas que la Constitución asigna al Senado, y aquí viene mi propuesta, las realizaría mejor un conjunto de ciudadanos independientes.
                Toma ya. Ahí queda eso. Y ahora, desarrollaremos esta idea, a la que he llamado “el senado ciudadano”.

¿Qué es un senado ciudadado?
Aristóteles escribió allá por el siglo IV a.d.C., en una obra fascinante llamada “Política”, que la diferencia entre el amo de una casa y un ciudadano es que el primero debe saber mandar, pero el segundo debe saber mandar y obedecer por turnos.
                A mí esta idea me parece extraordinariamente poderosa. Pues bien, en el asunto de este artículo, un senado ciudadano sería aquel que se compone de ciudadanos elegidos al azar de una lista. Estos senadores ciudadanos representarían precisamente la vigilancia continua del pueblo a sus legisladores y gobernantes, vigilancia necesaria tras la cesión de poder que ejerce el pueblo en el momento de emitir su voto y aceptar que el ganador de las elecciones les gobierne. Porque la vigilancia al poder es también uno de los temas que toca Aristóteles en su “Política”, y quizás sea el gran problema, aún a resolver, en nuestras sociedades democráticas.
Aristóteles
                ¿Y quién formaría parte de esta lista? Pues, en mi opinión, deberían ser personas experimentadas e incluidas voluntariamente en esta lista. Yo propongo que para inscribirse haya que tener al menos 30 años. Así es posible incluir a personas que hayan pasado por el mundo laboral y/o los estudios, o tengan familia o vivencias y experiencia que pueda dar cierta perspectiva a su función.
                Estas personas serían elegidas para un periodo de servicio de un año, comenzando en septiembre, pues seto permitiría incorporarse a l nuevo curso político y facilitaría la movilidad de estas personas si tuvieran que trasladarse a la capital con familia. El periodo de un año reduce las posibilidades de establecer clientelismos. La elección aleatoria anula cualquier posibilidad de contacto entre los senadores y cualquier otro poder que quisiera influir en ellos.
                Eso sí, los senadores no podrían estar afiliados a ningún partido. Así no habría injerencias de estos en el Senado.
                Los senadores seguirían siendo elegidos por territorios, en igual cantidad que el sistema actual. Se mudarían a Madrid con todo tipo de facilidades, y al terminar su año, volverían a su casa. Laboralmente, podía hacerse equivalente a una excedencia.
                Por lo demás, el funcionamiento del Senado sería  el mismo, salvo en el aspecto de la formación de los grupos parlamentarios. La reglamentación actual permite formar grupos parlamentarios fijos, que reciben una retribución económica (y digo yo, ¿por qué?) y tienen un portavoz. Cuando tiene lugar un pleno, las ponencias y las réplicas, son los portavoces de estos grupos quienes hablan. Pues bien, la mayoría de los grupos, la inmensa mayoría, se organizan por partidos políticos. La presencia de grupos determina el número de intervenciones de un debate en pleno.
                Pues bien, yo propongo que se formen grupos dinamos, no fijos. Cuando se vaya a debatir una propuesta podrían formarse grupos para argumentar a favor y otros en contra. Y de cada uno de estos grupos se sortearían los turnos de portavoz. para dicho debate entre los que deseen intervenir, fijando de antemano un número de intervenciones, que podría basarse, por ejemplo, en el número que se produce actualmente.
                En cuanto a los grupos territoriales que prevé el reglamento del Senado, pues podrían existir igualmente, ya que no se adscriben a ningún partido.
                Todo este tipo de modificaciones al reglamento del senado son bastante sencillas y los medios técnicos actuales permitirían un funcionamiento extremadamente rápido de todo esto con muy pocos cambios.

¿Por qué un senado ciudadano?
En mi opinión, la participación ciudadana en el día a día de la política es insuficiente para asegurar que nuestro estado sea plenamente democrático. Los ciudadanos somos convocados a las urnas cada cuatro años para votar a unos partidos con unos programas electorales más o menos (más “menos” que “más”, en verdad) concretos, pero una vez elegido el gobierno, este tiene carta blanca para hacer o no hacer lo que han prometido. Puede darse la paradoja de que se elija a un gobierno bajo unas premisas de actuación, y este haga todo lo contrario que indica su programa y sus promesas electorales, y aun haya que esperar hasta las siguientes elecciones para castigarles. Si se les castiga, claro.
                Es decir, estamos delegando el poder que mana de la soberanía ciudadana en unos gobernantes y legisladores que luego pueden hacer lo que quieran con ese poder. Así de crudo.
                Yo opino que la legitimidad que dan los votos a los gobernantes y legisladores no puede ser un cheque en blanco como ahora. Opino que gobierno y legisladores tienen como objetivo desarrollar los derechos y deberes que asegura la Constitución, y llevar a cabo aquello por lo que una mayoría ciudadana les ha elegido para gobernar.
                El control de los gobernantes, la rendición de cuentas, es una parte fundamental de todo esto. Sin control ni capacidad consultiva mayor que cada cuatro años, los partidos políticos tienen un plazo prolongado para cuidar de sus intereses y de los de los grupos de poder interesados en sostenerlos. Y visto cómo está evolucionando nuestra democracia y la política de los partidos, estimo importante un mayor control y participación de los votantes de a pie.
                En la Atenas clásica, la democracia tenía una estructura muy diferente. Los ciudadanos de derecho, reunidos en asamblea en la colina del Pnix, designaba cada año una serie de delegados (estrategos), pero esos cargos no tenían poder absoluto. Sus iniciativas eran lllevadas a la Asamblea, que las aceptaban o no, y entonces daban el poder a ese estratego para llevar a cabo dicha iniciativa, y no otra. Los cargos electos debían convencer a la Asamblea para llevar a cabo sus proyectos. Es justo lo contrario de ahora, puesto que la elección conlleva los poderes de forma automática y hay pocos mecanismos de rendición de cuentas.
                El  senado tiene la oportunidad de participar en la tramitación de cada ley, incluso de vetarla. Tiene la oportunidad de lanzar iniciativas legislativas, hacer comisiones y controlar al gobierno, a quien puede convocar. Si estas atribuciones estuvieran en manos de los ciudadanos, y no de los partidos, estoy convencido de que las funciones podrían llevarse con mucha más eficacia y de forma más sana democráticamente. El senado ciudadano obligaría a los partidos políticos a justificar y explicar ante representantes de la ciudadanía cada ley.
                Un senado ciudadano sería la primera línea de defensa ante las iniciativas legislativas o gubernamentales que, en lugar de responder al interés común, respondan a intereses particulares o partidistas. Precisamente sería la naturaleza disgregada de este senado , sin colores partidistas, el que aseguraría una ejecución real de las tareas del senado,  que ahora se ven ahogadas por la implacable matemática de la disciplina de partidos que obliga a los senadores a votar, no de acuerdo a sus ideas u opiniones personales, sino a las de la estrategia de su partido. Y también llevaría a los ciudadanos a una implicación mayor, y a tener más control de las actividades de los gobiernos, difuminando así la barrera que se ha creado entre “clase política” y “ciudadanos de a pie”.
Estos párrafos sólo intentan iniciar un debate. Y creo que los debates son buenos. Y, ¿quién sabe? Si las ideas son buenas, es posible que se extiendan.


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